El dentista puede recomendarle la aplicación de una corona dental por varias razones: conservar una pieza dental especialmente frágil o que va a sostener un puente, reparar un diente decolorado en exceso o satisfacer meras razones estéticas.
Pueden utilizarse coronas fabricadas con distintos materiales, como por ejemplo, cerámica, porcelana, resina y acero inoxidable (las coronas estéticas suelen ser de porcelana o cerámica). Dado que cada tipo tiene sus ventajas e inconvenientes, el dentista revisará su situación específica y le recomendará la opción más adecuada para su caso.
El procedimiento para aplicar una corona dental suele requerir dos visitas al dentista en días distintos. En la primera cita, el dentista revisará el diente para comprobar que pueda sostener la corona y, a continuación, se dispondrá a limarlo para preparar su aplicación. Por otra parte, si el diente está gravemente dañado o roto, es posible que el dentista deba rellenarlo para obtener el tamaño necesario para sostener debidamente la corona.
Una vez limada o rellenada la pieza dental y obtenida la forma adecuada, el médico tomará impresiones de la pieza afectada y las que la rodeen y las enviará a un laboratorio protésico dental, donde se fabricará la corona permanente personalizada. Al finalizar esta primera visita, dispondrá de una corona temporal para proteger la zona hasta que la corona definitiva esté lista para colocarse con carácter permanente.
Cuando la corona permanente esté lista, tendrá lugar la segunda visita. En esta cita, se retirará la corona temporal y, a continuación, el dentista aplicará y cementará la nueva corona al pilar con un adhesivo especial.
Una vez aplicada la corona dental, es posible que tarde algún tiempo en acostumbrarse a ella o que la detecte como si fuera un cuerpo extraño en la boca; sin embargo, al cabo de cierto tiempo, la corona permanente debe verse, funcionar y ofrecer la sensación de una pieza dental natural. Si tiene alguna pregunta sobre la corona ya aplicada, no dude en consultar con el dentista.
